Guillermo Moreno y Luis D'Elía hablaron por teléfono pocas horas antes de las elecciones. El funcionario confiaba en que el electorado ayudaría a dar una sorpresa. No imaginaba, o no quería imaginar, el resultado de las urnas.
"Si perdemos por siete puntos, festejamos", le dijo el secretario de Comercio Interior al dirigente kirchnerista de la localidad bonaerense de Laferrere. "Y si perdemos por seis, te invito a cenar", agregó, según contó una fuente que presenció la charla a MERIDIANO.
Entre risas, el funcionario le aseguró a D'Elía que si la diferencia era menor a la de las Primarias, esperaría que pasen unos días y armaría una marcha a la Plaza de Mayo, para "bancar a la Jefa". Y si era mayor: "Qué querés que te diga, Luis". Eran las 11:10 de la mañana del viernes.
Moreno estaba ilusionado con las encuestas que el propio kirchnerismo habían mandado a realizar en la provincia de Buenos Aires. Las mismas indicaban que la distancia entre el kirchnerista Martín Insaurralde y el peronista disidente Sergio Massa se había acortado.
La batalla del 11 de agosto había dado el 35,05 por ciento de los votos al líder del Frente Renovador y el 29,65 para el hombre que eligió la presidenta Cristina Fernández, a pesar de ser un dirigente desconocido para cientos de miles.
El cachetazo para Moreno, D'elía y todo el kirchnerismo llegó poco antes de las 21:00 del domingo último. El secretario de Comercio llamó al ministerio del Interior y exigió que le pasen los primeros números.
"Hay una diferencia de trece puntos ahora", le dijeron. Hubo un silencio a ambos lados de la línea. Moreno suspiró e insultó al viento. "¿Qué porcentaje de mesas?", preguntó enseguida. "El 30", le dijeron. El funcionario cortó el teléfono.
Fecha: 29/10/2013